Mi abuela de
pequeña, siempre me contaba que las almas de los muertos continuaban entre los
vivos una vez estos se habían ido, la gente creía que al ir a un entierro una espacie
de mal aire se introducía en sus cuerpos, para remediar esto hacían un ritual
que se llamaba “sacar el aire”, que consistía en que todo aquel que acudía e
los entierros debía ser ahumado con la quema de hojas secas en muchos casos
bendecida encima de una teja, también se decía que los niños no podían acudir a
los entierros ni acercarse a ningún adulto durante este ritual, ya que una vez
el aire se introdujese en sus cuerpos ya no habría forma de sacarlo.
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